Dos días en...Oporto. Día II



¡Hola de nuevo!. Aquí estoy tal y como te prometí ayer para contarte mi segundo día por esta bonita ciudad. Por cierto, la cena de anoche estuvo estupenda.

Mientras desayunaba he estado pensando en el plan para hoy y he decidido que, para empezar, voy a dirigirme en sentido contrario al de mi primer día. Así, en lugar de subir por la Avenida da Boavista hoy la voy a bajar, con el fin acercarme a ver la famosa Fundaçao de Serralves.

En lo que fuera una "quinta" de veraneo de una familia aristocrática portuguesa, uno de sus miembros, el segundo Conde de Vizela, Carlos Alberto Cabral, señor muy viajado y enamorado del arte, decidió levantar una casa siguiendo uno de los estilos más punteros del momento, el Art Decó. Y así, en el año 1925 comenzaron las obras de lo que sería su morada. Pero las obras, por causas ajenas a su voluntad, se demoraron demasiado tiempo y solo pudo disfrutar de ella 13 años pues, por dificultades económicas, tuvo que venderla y lo hizo, pero poniendo una condición al nuevo inquilino; la casa no podría sufrir ninguna transformación.

El nuevo inquilino aceptó esta condición y mucho tiempo después, el Estado la adquirió, haciendo posible que, desde 1986, todos podamos acceder a ella.

Pero además, en la enorme extensión de terreno de la quinta se levantó otro edificio: un Museo.  El encargado del diseño fue Álvaro Siza quien consiguió un espacio integrado plenamente con el paisaje circundante evitando, de esta manera, impactos visuales no deseados. En 1999 se inauguró, convirtiéndose en el espacio por excelencia de esta ciudad dedicado al arte contemporáneo.


Pues bien, aquí me encuentro, rodeada de colores y formas vibrantes, estimulantes y divertidas surgidas de la mente y las manos de la artista alemana Katharina Grosse.

No puedo hablarte de la exposición permanente, no me dio tiempo a verla, pero sí puedo hacerlo de otro espacio de esta genial fundación, el Parque.



El mismo conde, del que te he hablado antes, se puso en contacto con el arquitecto-paisajista Jacques Gréber (el mismo que hizo los jardines del Trocadero en París) quien se encargaría de diseñar las 18 hectáreas de terreno. El proyecto que diseño y ejecutó se encuadró dentro de un clasicismo modernizado con toques Decó. Pero además supo conjugar a la perfección elementos del jardín original:  el lago y las zonas agrícolas.


Me pierdo por él rodeada por sequoias gigantes, castaños de Indias, tejos, rododendros, camelias...y multitud de plantas aromáticas. Mi sentido del olfato está en pleno rendimiento, no quiere perderse ningún matiz.



Pero, de repente, me traslado a la campiña y allí a lo lejos, ya veo a sus habitantes dando buena cuenta del rico pasto o tomándose un descansito para hacer la digestión.



¿Qué quieres que te  diga? salgo encantada de la vida de éste lugar, vamos, "feliz como un conejo" como diría mi buena amiga Isabelita.

Ahora, es el momento de cambiar de tercio y para ello nada mejor que encaminarme hacia la Playa de Matosinhos. Para ello, salgo de la Fundación y vuelvo a tomar esa avenida tan conocida, la de Boavista.

La avenida termina en una enorme plaza con poco atractivo, la de Gonçalvez Zarco, pero por fortuna, a mi derecha se encuentra la Fortaleza de San Francisco Javier, mucho más conocida por el sobrenombre de Castelo do Queijo, desde cuyo emplazamiento puedo extasiarme mirando el mar.



Como solo de contemplación no me alimento, pongo rumbo a la zona de la playa donde me han dicho que puedo encontrar multitud de restaurantes especializados en pescado y en las famosas caldeiradas à pescador. Me decido por uno pequeñito de nombre Roshina, sin pretensiones, pero donde la cocinera y dueña me ha dado buena impresión. Haciendo patria, me pido una caldeirada acompañada por un rico vinho verde de nombre muy sugestivo, Azul Portugal.

Ahora me toca a mí hacer la digestión y para ello nada mejor que acercarme hasta la arena de la playa y desconectar.


Es el momento de volver al hotel para hacer la maleta y poner rumbo al aeropuerto. Como me estoy empezando a poner nerviosa por la hora que es, no me da tiempo a subir andando, con lo cual, tomo un autobús en la plaza de la que te hablaba antes y en unos diez minutos ya estoy en su puerta.

De nuevo, taxi y control de acceso. Con lo que no contaba era con una sorpresa...¡¡¡el avión sale con retraso!!!. En principio pensé que sería breve pero....¡¡¡qué equivocada estaba!!!, cinco horitas de nada de espera. 



Aeropuerto para arriba, aeropuerto para abajo y claro, al final, pico en una de sus tiendas, regalándome un bonito anillo. Una vez dentro del avión, el comandante nos comunica que el retraso se ha debido a que sobre Madrid ha caído la ¨tormenta perfecta¨ y doy fe de ello pues, durante el viaje, algún que otro rayo me iluminó la noche, como iluminada dejo esta preciosa ciudad.





4 comentarios:

  1. Creo que es Javier Reverte el que dice que escribir sobre los viajes realizados permite, al menos, pasar tres veces por los lugares. Una cuando se viaja, otra cuando se escribe e infinitas veces cuando se lee. Mas si cabe cuando se comparte. Algo parecido me pasa cuando leo a gente conocida y amigos, su voz resuena en las paredes de mi cerebro y parece casi una conversación. No soy el que lee... soy el que escucha. ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Completamente de acuerdo con lo que dice Reverte. Cuando me pongo a escribir, me meto en una máquina del tiempo que me traslada a esos lugares una vez más, llegando a recordar, incluso, determinados olores y sabores. Espero que no te canse "mi conversación" y seguro que si la acompañas con una "Voll-Damm doble malta" ésta será perfecta!!! :)

      Eliminar
  2. Como diría ese gran pensador contemporáneo que es Homer Simpson: Uhmmmmm, cerveza, aaarrrggggghhhhhh!!!!
    Cerveza rica... cerveza buena... ;)

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...